Frutillas en la rodilla producto de esa
avalancha, una remera metida adentro del pantalón para ir de visitante, alguna
cábala respetada a rajatabla, un recuerdo entre tantos y un arrebato juvenil,
genuino, muy lejos de ser apología de los que viven del club, es un ejemplo más
de todo lo que puede generar en un hincha, algo tan simple como una pelota
cruzando la red, tan único e irrepetible como un gol de tu equipo. Aquí una
historia de sangre corriendo por el cuerpo y un salto a la euforia, de cara a
la cancha, porque la alegría mira de frente, lo turbio alienta de espaldas.
POR LUCAS JIMENEZ
El arquero visitante se queja de la luz
en el Florencio Sola y esta vez con razón. No es Gustavo Campagnuolo, es
Mauricio Caranta, el 1 de Instituto que acaba de desviar al córner un remate
del riojano Cristian Leiva. Es viernes a la noche y yo desde la tribuna, espero
que se resuelva la situación. Es febrero y los fines de semana en la vida de un
adolescente se viven en modo “a vivir que son dos días”. El sargento Daniel
Giménez lo suspende y la historia seguirá más de un mes después, solo para unos
pocos, para los privilegiados que no laburan en la semana.
Ese Banfield de Julio César Falcioni
disputaba la Copa Libertadores por primera vez en la historia del club, cada
hincha podría escribir un libro de todo lo que vivimos esos 6 meses, solo
algunos incluirían en su crónica de los hechos lo que pasó un mediodía del
martes 22 de marzo.
Yo transitaba mi último año de
secundaria y estaba con un ojo en lo que pasaba en Banfield y con el otro en lo
que hacía el fin de semana. La escuela era el tren que tenía que tomar
obligatoriamente para ir a destino, no por nada terminé de rendir todas las
materias un año después de egresar.
Pero volvamos a ese martes. Al partido
suspendido le faltaban 12 minutos y estaba pactado para las 17, lo que suele
ocurrir con los partidos entre semana que se juegan a esa hora es que los
hinchas van llegando con el cotejo empezado, pero acá el que llegaba tarde se
perdía todo.
Yo salí de la escuela en Lomas y
emprendí la caminata con algunos amigos hasta la cancha, la previa duró más que
el partido porque compramos un Vin Up con “extracto de hierbas vegetales”, eso
decía el cartón a modo de “ojota, te vas a empedar pero con cosas naturales”.
Vale recordar que era marzo, hacía calor y
hasta ahora ninguna mente brillante inventó el combo que los mercaditos
te vendan el cartón de vino con un par de cubitos para hacerle un favor al
estómago del que lo está comprando.
Tenía el hígado virgen todavía así que
jugó de titular Walter Pico y entre humo terminamos el cartón y entramos a ver
esos 12 minutos de Banfield-Instituto que iban 0 a 0 hasta la reanudación.
Nos ubicamos atrás del arco como
siempre, en la Valentín Suarez baja, no había tanta gente, solo los no laburantes,
algún que otro barra y la gente en edad escolar, como nosotros.
El partido arrancó, se iban a jugar 2
tiempos de 6 minutos, algo muy del fútbol argentino. Creo que pocas veces, por
no decir nunca más, vi a Banfield crear tantas chances de gol en 12 minutos, el
arquero de Instituto, Mauricio Caranta, ya mostraba sus dotes que luego lo
llevarían a ser campeón de Copa Libertadores con Boca. Se desparramaba de acá
para allá. Ya dije que Banfield por ese entonces jugaba la Libertadores, por lo
que ponía suplentes en el torneo local y estaba último en la tabla de
posiciones.
Ese día sin embargo jugaron todos los
titulares: Leiva, Chipi Barijho y el Flaco Bilos, por nombrar a algunos.
Falcioni hizo cambios ofensivos, entró Martín Andrizzi y lo fue a buscar pero
la pelota no quería entrar.
Desde la tribuna yo estaba en época de
“cantando se ganan los partidos” y dejaba mi voz en cada canción, eran pocos
minutos para alentar así que no había que dejar huecos de silencio. Así lo
entendimos los privilegiados que estábamos presentes, que no éramos tantos (no
voy a decir cantidades para no servirles comida en el plato a los que
cuantifican la pasión y grandeza de un club según la gente que va a la cancha
un martes a la tarde).
Por la banda izquierda Bilos desbordaba,
Andrizzi metía diagonales y el gol estaba al caer, como el final del partido.
Volver a casa un martes a la tarde, con resaca, un 0 a 0 y una última posición
en la tabla no estaba nada bueno, ya pensaba seriamente en convencer a mi vieja
para faltar a la escuela al día siguiente.
Pero no, el destino tenía algo preparado,
busqué la jugada en internet para contarla con detalle pero no la encontré. En
mi recuerdo hay miles de rebotes en el área, el grito de gol atragantado que se
transforma en hipo a cada segundo, nadie la empujaba y uno empieza a saltar en
el lugar. De repente aparece la pierna de Martín Andrizzi y la pelota entra al
arco, es gol. En la tribuna me arrebaté de felicidad, el Vin Up se me subió a
la cabeza, salté alto a lo Flaco Bilos, tan alto que termino en el cemento de
la punta de un paravalanchas. Aun hoy soy una persona que
le tiene mucho vértigo a las alturas pero en ese momento no me importaba nada
más que gritar el gol y aletear los brazos.
En un momento termina el grito de gol y,
poseído por estar ahí arriba, empiezo un cantito: “yo no soy como esos que se
quedan en casa, escuchando la radio para ver lo que pasa…” Me sigue uno, me
siguen 2, me siguen todos, por primera vez en mi historia de hincha empezaba un
cantito.
Cuando me bajó la adrenalina, me subió
el vértigo, bajé del paravalanchas con el partido terminado y el 1 a 0 que nos
sacaba del fondo de la tabla. Ese Banfield de Falcioni terminaría 2° en el
campeonato local y quedaría a centímetros de eliminar al River de Mascherano y
Gallardo de los cuartos de final de Copa Libertadores.
Yo por mi parte volví a la tribuna al
partido siguiente, agrandado por haber empezado una canción subido al cemento,
pero no existían tantos testigos del acontecimiento, por conocidos en el
ingreso de la hinchada, agarré una sombrilla que pesaba más que yo, cuando
llegué al medio me la sacaron. Ahí me di cuenta que yo no era eso y que por
suerte mis 5 minutos de barra ya habían pasado.
*Esta nota basada en hechos reales no
intenta hacer apología del hincha, ni del hinchismo, es un puntapié para
invitar a otros a que cuenten alguna historia de cancha, si prefieren la
garrapiñada o el maní pelado, comerse las uñas o comentar algo con el de al
lado, ir en los micros de visitante o viajando (cuando se podía ir de visita
obviamente), alguna cábala, algo que los identifique como hincha genuino y que
los hermane con el sentimiento similar que debe tener otro/a solo que con otros
colores en su corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario